miércoles, 12 de noviembre de 2008

c'est le spleen

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Spleen, puis du cœur
Le tour m’embrouille mes heures
Spleen, quand vient le soir
Les fantômes de la nuit tissent mon histoire
Spleen, pluies du cœur
C’est toujours à la même heure
Spleen, ennemi du soir
Gère comme une ombre à la recherche d’une lueur dans le noir

Toi l’âme sœur, douceur, rose de ma vie, fleur du bonheur
Viens me dire les mots qui sauront panser mes douleurs
Toi l’âme sœur, douceur, miel de ma vie, bouquet de fleurs
Viens panser les mots, m’emmener voir d’autres couleurs

Spleen, pluies du cœur
Le silence est pesanteur
Spleen, quand vient le soir
Les fantômes unis brûlent mon territoire
Spleen, pluies du cœur
Solitude, triste longueur
Spleen, ennemie du soir
Je vois mes pensées broyer du noir au désespoir

Toi l’âme sœur, douceur, rose de ma vie, fleur du bonheur
Viens me dire les mots qui sauront panser mes douleurs
Toi l’âme sœur, douceur, miel de ma vie, bouquet de fleurs
Viens panser les mots, m’emmener voir d’autres couleurs

Emmène moi (x2)

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CHRISTOPHE MAE "Spleen"

Los diccionarios franceses no terminan de ponerse de acuerdo llegado el momento de definir qué es el spleen, pero así y todo consiguen ser convincentes.
"Nombre inglés dado algunas veces a una forma de hipocondría consistente en un tedio sin causa, en un desinterés por la vida"
"Melancolía pasajera, sin causa aparente, caracterizada por un desinterés hacia todas las cosas"

Frantz Antoine Leconte prefiere distinguir entre el tedio salvaje y el tedio "más dulce o pasivo": el primero se asemejaría al spleen, a la inquietud o a la obsesión, mientras que el segundo equivaldría a la apatía, la ataraxia o la melancolía.
El "ennui sauvage", que para Leconte es el tedio esplenético por excelencia, constituiría una sensación, una manifestación física tangible, mientras que el tedio pasivo es percibido como un sentimiento o como un fenómeno más cerebral.
Que el concepto de spleen haya suscitado a través de la historia un sinnúmero de nombres no hace sino corroborar lo arduo del caso. Los romanos hablaban de taedium vitae. Séneca hablaba de fastiduum, nausea, horror loci, supervacuum y delectatio morosa. Los místicos hablaban de tristitia. Los contemporáneos de Baudelaire hablaban de "mal du siécle". Rubén Darío habla de indeferentismo y de "anquilosis social" en su libro Los raros: "no se piensa con ardor en nada, no se aspira con alma y vida a ideal alguno". Y Vladimir Yankelevitch, en L'Aventure, l'ennui et le serieux, enumera una serie de epítetos como "enfermedad invisible", "herida ilusoria", "malestar de lujo" o "enfermedad impalpable".
No sólo es posible aburrirse por falta de problemas, por falta de aventuras o peligros, explica Yankelevitch. "Ocurre también que alguien llega a aburrirse por falta de angustias: un porvenir sin riesgos, una carrera en total reposo, una cotidianidad exenta de toda tensión son algunas de las causas más ordinarias del tedio (...), ese monstruo delicado que obsesiona a los pesimistas, a Leopardi, a Schopenhauer, a Baudelaire".

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